MASONERÍA AZUL, UN RITO CRISTIANO


Al igual que todos los demás ritos que se trabajan en la masonería regular, los primeros tres primeros grados que conforman el Régimen Escocés Rectificado son los de Aprendiz, Compañero y Maestro, que constituyen la denominada Masonería Azul. Este rito, trabajado por la Respetable Logia Caballeros de la Rosa 104, ha preservado en su simbolismo los rasgos cristianos de los antiguos rituales masónicos de los constructores de las catedrales.

Por eso, desde su fundación, sólo admite cristianos en sus logias. Uno de los textos masónicos más antiguos de cuantos se conservan, un poema de 794 versos conocido como el Manuscrito Regius que data de 1390, señala que "el que quiera conocer este oficio y abrazarlo debe amar a Dios y a la Santa Iglesia" y explica incluso como comportarse en los oficios religiosos".

La esencia del Régimen Escocés Rectificado entronca con uno de los ejes fundamentales del Cristianismo: el de la imagen y semejanza.

El hombre es un ser degradado tras la caída de su estado original glorioso; la iniciación le permite avanzar en su reintegración a su estado primitivo. Una idea de una perfecta ortodoxia que recorre todo el Régimen desde la Primera Divisa del Primer Grado: "El hombre es la imagen inmortal de Dios; pero, ¿quién podrá reconocer la belleza de esa imagen si él mismo la desfigura?"

La Fórmula del Juramento no deja lugar a dudas sobre el compromiso que adquirirá un candidato al iniciarse masón en las logias rectificadas: "prometo sobre el Santo Evangelio, en presencia del Gran Arquitecto del Universo y me comprometo con mi palabra de honor ante esta respetable asamblea a ser fiel a la Santa Religión Cristiana..."

La Masonería Rectificada participa también de la tradición cristiana de la Regla, común en las comunidades monásticas y caballerescas, cuyo fin es lograr la abertura al Espíritu mediante la fijación de costumbres y principios aplicables en el marco de la vida cotidiana. Los nueve artículos de la Regla Masónica al Uso de las Logias Rectificadas son entregados al nuevo masón tras su iniciación para que su lectura meditada le ayude a penetrar por las vías que le son abiertas.

La Respetable Logia Caballeros de la Rosa 104 trabaja estos tres grados bajo los auspicios de la Gran Logia de España, garante en nuestro país de la regularidad masónica internacional. Los orígenes de esta regularidad arrancan el 24 de junio de 1717, día de San Juan, con la fundación de la Gran Logia de Londres. En 1723 vio la luz su nueva Constitución elaborada por el pastor presbítero James Anderson en la que la espiritualidad de los gremios de constructores que elevaron las catedrales de la Cristiandad fue sustituida por una libertad de creencias acorde con la religión natural. La Constitución recuerda que "todo masón está obligado en virtud de su título, a obedecer la ley moral; y si comprende bien el arte, no será jamás un estúpido ateo, ni un irreligioso libertino". Sin embargo, añade que "así como en tiempos pasados los masones estaban obligados, en cada país, a profesar la religión de su patria o nación, cualquiera que esta fuese, en el presente nos ha parecido más a propósito el no obligar más que aquella en la que todos los hombres están de acuerdo, dejando a cada uno su opinión particular: a saber, ser hombres buenos y verdaderos, hombres de honor y probidad, cualquiera que sea la denominación o creencias con que puedan distinguirse".

Este giro fue la causa de la ruptura entre los antiguos y los modernos que se prolongaría hasta 1813, cuando los Antiguos Principios acerca de Dios y la Religión se convirtieron en la pieza central de la reconciliación simbolizada con el nacimiento de la Gran Logia Unida de Inglaterra, en la que se modificaron las Constituciones de Anderson para afirmar la existencia de la Providencia y la Revelación. Este principio irrenunciable, que está en el origen de la Masonería, llevó en 1877 a la retirada del reconocimiento al Gran Oriente de Francia, que eliminó en sus rituales la frase "ella tiene por principios la existencia de Dios y la inmortalidad del alma", además de toda referencia al Gran Arquitecto del Universo. La Gran Logia Unida de Inglaterra justificó su decisión afirmando que "la creencia en Dios es la primera gran señal de toda verdadera y auténtica Masonería y fuera de esta creencia, profesada como principio esencial de su existencia, ninguna asociación está en el derecho de reclamar la herencia de tradiciones y de las prácticas de la antigua y pura Masonería".

En 1929, la Gran Logia Unida de Inglaterra reafirmó estos Principios Básicos para el Reconocimiento de una Gran Logia señalando que "la creencia en el Gran Arquitecto del Universo y en su voluntad revelada serán condición esencial en la admisión de sus miembros" y que "todos los iniciados deberán prestar votos de obligación sobre el volumen de la Santa Ley".